viernes, 13 de noviembre de 2009

Tareas hechas


Viernes: nuestro niño acude al instituto con todas sus tareas hechas, gracias a la amabilidad de una madre de un compañero que se pasó un tiempo considerable en informarnos sobre los deberes de los tres días que había faltado nuestro hijo. La conversación giró sobre la ingente cantidad de tareas que traen los chiquillos: "Se están pasando" me decía. "Y eso que a mí no me coge de nueva pues tengo un hijo en primero de Bachillerato". A reglón seguido, me empieza a contar que se pasa las tardes enteras, unas cuatro horas mínimas, atendiendo a su hijo con las tareas del Instituto, que se le acumula la plancha y que menos mal que su marido tiene estudios e interviene ayudando.

Lo que me cuenta esta madre del grado de implicación familiar no me cae de sorpresa. La persona que nos ayuda en casa tiene a sus hijos en segundo grado de primaria y nos cuenta el mismo calvario familiar de cada tarde: "ayer mi hijo traía veinte ejercicios de matemáticas y esta semana tiene cuatro exámenes". Los chiquillos trabajan y van bien pero con qué desgaste familiar...

Una amiga nuestra, madre de seis hijos, nos relata que sus dos hijos mayores, de 14 y 11 años se levantan a las cinco de la mañana para estudiar. Eso sí, son alumnos de 10. Pero vamos, yo recuerdo esos horarios de estudio durante la carrera y la tesis. Me parece totalmente impropio para una enseñanza obligatoria.

El comentario de mi peluquera, que tiene un niño en sexto, va en la misma línea: "Pepe, traía ayer veinte ejercicios de matemáticas, pero dice la profesora que tienen que ir muy bien preparado para el Instituto" y continúa "ha sacado un 7,5 en inglés y venía muy enfadado porque era muy poca nota. Él, si no saca por lo menos un 9, no está contento". Y podría seguir, los ejemplos no me faltan, tenemos muchos amigos que tienen niños y niñas de la edad del nuestro.

Y yo me pregunto indignada: ¿qué estamos haciendo con nuestros alumnos y alumnas?. Y claro que tengo la respuesta: estamos fomentando lo obsesivo, no le damos valor a lo que se está aprendiendo, no nos paramos a disfrutar de la materia que impartimos. Tan sólo tenemos en la cabeza que ¡hay que dar el temario! y la culpa a la Administración, que es la que crea el currículum; y a la LOGSE, (que por cierto, sólo la aplicaron una minoría de profesores y maestros verdaderamente interesados en la educación).

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