jueves, 10 de diciembre de 2009

Escala de valores.

Ayer estuve visitando a mi médica rehabilitadora, doctora y madre de dos hijos. Trabaja en la Seguridad Social y tiene consulta propia. La conozco desde que era adolescente por ser amiga de su hermana mayor. Con esto quiero apuntar que sé de buena tinta lo brillante que ha sido en sus estudios.
Da la casualidad que vivimos en la misma urbanización y mientrás me recetaba, me preguntó, claro está, por mi hijo y yo por su hijo menor (dos años mayor que el mío) al que no veía últimamente jugar en el patio. Me aclara:"No... ¡qué va! se pasa las horas estudiando y los sábados por la mañana lo hace conmigo para poder por la tarde realizar su actividad favorita que es visitar vírgenes con su padre". "Parece que este año se está soltando un poco" prosigue."Ya no digo hemos sacado un seís, aunque, no te vayas a creer, sigo con el látigo a distancia, de otro modo, tú sabes... pero hasta el curso pasado sin soltar las riendas para nada".

Te quedan dos años me decía. Yo sé que habla con conocimiento de causa pues tiene otro hijo mayor que cursa segundo de ingeniería.

No pretento que mi hijo sea una lumbrera. Quiero que mi hijo sea feliz me verbalizaba y yo proseguí: "Entonces, estás como nosotros. El lema que impera en casa es el siguiente :" Que sea feliz, que sea buena persona y en tercer lugar que saque notable, que es su nota."

Confio en que nuestros hijos aprobarán el curso, pero la tristeza me embarga cuando pienso en cuántos se quedarán en la cuneta por no tener la atención necesaria por parte de sus padres...

Pienso que esta atención, muy escasa en la mayoría de los casos, se produce ni más ni menos que por falta de desconocimiento por parte de profesionales de la enseñanza y padres de familias de por donde van los tiros. Los profesores y profesoras de Pimaria en quinto y sexto le exigen a alumnos que razonen como niños de séptimo y octavo (el razonar consiste, sobre todo, en mandar muchos... muchos ... deberes). La mayoría de estos maestros están obsesionados con que los niños pasan al instituto y pretenden que maduren, que maduren ... les va en ello, en parte su honor. Por nuestra parte, los profesores de instituto, les exigimos que comprendan como niños de 14 años y no nos percatamos que existe un desfase de dos años de maduración que no está cubierto.

Los consejos por parte de muchos profesores a algunas madres desbordadas suelen tener estos soniquetes: "Señora, su hijo tiene que trabajar solo; tiene que hacerse responsable; tiene que organizarse; tiene que soltar los bastones; el que debe resolverle las dudas es el profesor, no usted; los niños tienen que estrellarse, así crecen; le está usted haciendo un flaco favor con tanto protegerle." ¡Horror! Ya hemos sembrado la confusión.

Yo sostengo que no nos damos cuenta de lo indefenso y perdido que están los niños de los 10 a los 14 años, a no ser que un adulto (padres, tutores en los institutos) sean muy conscientes de lo que están pasando y pongan un poco de concierto en tanto marasmo.

No quiero ni contaros dónde se quedan los comentarios expresados a esas madres en una sesión de evaluación en la que tan sólo se evalúa resultados.

Hagamos un parón y reflexionemos un poco: ¿ustedes creen de verdad que un niño de 12 años puede poner orden, él sólo, en 11 asignaturas impartidas por 11 especialistas que desean ser los mejores en su materia y que están constantemente poniendo controles?

El caso de nuestro hijo me sirve una vez más de ejemplo. Se ha examinado 25 veces desde mitad de octubre a mitad de diciembre. Ha entregado 2 murales, 1 trabajo y 10 láminas de dibujo. Deberes, hasta que intervino la tutora, ni contaros... Cómo dice mi tía Mari que ha tenido cuatro hijas estudiando (dos de ellas son licenciadas): ¡Esto es de locos!

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