viernes, 1 de enero de 2010

Responsables de la educación.

Quiero rescatar, de la reunión del día de la entrega de las notas, algunas impresiones de esta para quizás, de este modo, aplacar mis miedos y sentir que piso tierra firme en esta dura tarea de educar.

Nosotros tenemos claro que los padres y las madres deben responsabilizarse de la educación de sus hijos pero lo que ocurre en la clase de mi hijo, que no es más que un ejemplo de la sociedad que nos ha tocado vivir, es que el estado emocional de muchas madres (que son las que acuden en su mayoría a las reuniones de tutoría) no es el más óptimo para implicarse realmente en la formación intelectual de sus hijos e hijas.

Parece ser que el primer factor que influye sobre la calidad del aprendizaje, es el constituido por el medio familiar del alumno o alumna. Por eso creo, que lo primero que tendrían que difundir las instituciones y los profesores y profesoras a las familias son algunas claves básicas para conseguir una buena educación escolar. En primer lugar, yo sostendría que deberían transmitir que la implicación de los padres y las madres en el ritmo escolar debería verse como un deber y no como un derecho sin más. En segundo lugar, insistiría sobre lo necesario y vital que es conocer el lugar donde nuestros hijos e hijas pasan una gran parte de su tiempo. Por último, sería fundamental que se fomentase con seriedad un consenso de trabajo conjunto y coordinado entre padres, madres y profesores.

Oyendo hablar a la tutora y escuchando esa mañana las intervenciones de las madres, se me vino una fantasía a la cabeza: la de crear una Escuela de Madres para de ese modo poder apoyarlas en la dura tarea de ayudar a sus hijos e hijas en los estudios. Sentí por un momento el deseo de implicarme, pero al analizar mi situación personal: una madre dentro del grupo, antigua profesora del centro y actualmente fuera de la enseñanza pensé que no era la persona más adecuada para fomentar este tipo de encuentros. Y me paré a reflexionar una vez más sobre la situación tan dificil que está atravesando la enseñanza.

Conozco la situación familiar de un alumno de su clase -repetidor, inteligente y espabilado- al que le han quedado cinco asignaturas. Su padre está parado, su madre trabaja por horas en casas. Esa mañana se me presentó (habíamos charlado en varias ocasiones por teléfono) cuando estaba hablando con otra madre del grupo cuyo hijo había venido a casa para realizar un trabajo el día anterior a casa. Su cara era de asombro total al oírnos hablar sobre cómo llevábamos las riendas de los estudios de nuestros hijos. Nos decía: "Yo no estoy tan encima"... Este otro niño y el que viene a clase de francés los viernes, tienen en sus casas un ambiente muy estructurado de comidas, horas de sueño, horas de estudios y actividades supervisadas. Si van bien en los estudios es porque sus madres están muy pendientes de ellos. ¡Sus aportaciones serían tan valiosas para esas madres que están tan sólas y tan perdidas!

Cuando nosotros y nosotras estudiamos Bachillerato hace treinta o cuarenta años había consenso social sobre cómo educar en todos los ámbitos. Los abuelos, los padres, los tíos y tías, los profesores, los amigos de los padres, las vecinas aportaban su granito de arena en la educación de cada uno de nosotros y nosotras. Se tenía consciencia de que la responsabilidad de la educación de un niño o niña correspondía a la sociedad. Hoy en día caminamos a pasos de gigante hacia la individualización en todas las esferas de la vida. La educación de los hijos e hijas se ha visto relegada al ámbito familiar nuclear y el problema se presenta cuando el ámbito familiar cojea.

Todos sabemos que en Secundaria, vienen muchos niños y niñas sin saber comportarse, sin reglas de conducta minímas. El aula no es más que el reflejo de la sociedad y de lo que está pasando en las casas. Recordemos la super manida constatación, oídas por todas partes, que muchos de nuestros alumnos y alumnas pasan muchas horas solos, delante de la TV (maravilloso modelo de formación), la play, los chats etc...

Pensamos que los centros educativos tienen que adaptarse a este nuevo alumnado de Secundaria que necesita que su familia continúe interviniendo en su formación, de la misma forma que lo hacía durante la primaria. No nos podemos quedar de brazos cruzados. Nosotros de momento estamos intentando una adopción intelectual con el amigo tan simpático de nuestro hijo. Ya ha venido tres días en estas vacaciones a estudiar con el nuestro. ¡A ver si conseguimos que sea constante!

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